La poética de un concierto: “Amor, heroísmo y locura de Don Quijote”

Enrique Sánchez-Ramos, barítono
Carmen Manera Guzmán, piano
Amigos de la Ópera. Aranjuez
22 de abril de 2016

 

Cecilio Fernández Bustos                                           

 

                                                      Para Carmen y Enrique

                                                                                                      Quiero ser, en mi espacio, solo y otro.
                                                                                                                                           Juan Ramón Jiménez

 

                                                                              

Notas para un concierto:

– Carmen: preciosísima, como una rosa roja envuelta en su belleza y perseguida por un tropel de mariposas que quieren libar su encanto y armonía…
– Enrique: serio, elegante, ensimismado, pendiente del roce de las hadas y del sutil vuelo de las mariposas que gustan de Carmen…
– Ambos músicos uncidos por el ir y venir de las notas que repican como lluvia serena sobre los tejados mágicos del arte…
– El escenario poblado por los duendes que la voz cercana de Cervantes diseñó en ese hidalgo, loco y solemne, que todos habitamos aunque lo dejemos en la percha como si fuera un chapeo de tafetán con cinta amarilla que diría Jordi Gracia.
– El público entregado y el Maestro, Manuel de Falla, perdido por el Generalife, en Granada, conversa con su amigo Federico y surge de los surtidores y del recuerdo del hidalgo caballero esa música sublime del retablo de Maese Pérez…
– «Crece el aroma y somos aroma» y Enrique envuelve con su voz excelsa a los atónitos espectadores y se deja llevar del embrujo que brota del piano sobre el que caen las manos, los dedos ágiles de Carmen, como pétalos alejándose de las rosas, como gotas de agua que la brisa aparta de los surtidores…
– Sí, amigos, el concierto del día 22 de abril, en el Farnesio, sonó como coro sublime donde todos los espectadores navegábamos por la dulce evocación de estar vivos en el asombro de un nuevo y frutal gozo…
– Cecilio, desde el atril, extasiado por tanta belleza, susurra algunas palabras y, ¡respirando la emoción!, se deja uncir a Carmen y Enrique…
– Luego la noche…

Carmen y Enrique, aquel día. Fotografía de Paco Gómez

Carmen y Enrique, aquel día. (Fotografía Paco Gómez)

 

 

 

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