Las calles de Aranjuez 3: Calle del Príncipe

Cecilio Fernández Bustos

           

    A Loli.

 

Uno necesita un pueblo aunque no sea más que por la satisfacción de poder marcharse de él.
Un pueblo supone no sentirse solo, saber que en la gente, en los árboles, en la tierra hay algo de ti que incluso cuando no estás, se queda esperándote.
Cesare Pavese

 

En las calles de Aranjuez el invierno suele ser húmedo y gris todos los años. Las nieblas se originan en los ríos, Tajo y Jarama, y se extienden por todo el valle dejando breves perlas de agua como llanto en las ramas de árboles y arbustos. Pasada esta desolación, Carlos y Cecilio, como buenos compañeros, comían del mismo pan y distraían su tiempo jugando en la calle del Príncipe, cuando las primeras lluvias de primavera traían a los jilgueros y verderones para anidar en los olmos encallecidos por los vientos y el salpicado trajín de la estación del frío.

         ¡Ay, los aromas de la primavera! Entonces me di cuenta, tras la lluvia eran únicos en esta calle. Flores, frutas y tierra mojada —aquello iba mucho más allá del campo de la investigación científica, era la vida y sus asuntos—. Pensad que cuando yo tenía diez años en Aranjuez apenas había coches, nos desplazábamos a pie y algunos pocos en bicicleta. ¡Cuánto me gustaba escuchar la lluvia desde la cama y soñar despierto con los duendecillos que tamborileaban en los cristales de las ventanas! Y luego, ya entrado el mes de mayo, los sentidos abiertos se enjoyaban de sensaciones. Las flores del pequeño jardín —el jardín de Aurora, formando cuña entre Infantas y Príncipe— enfrentando sus aromas a las escusas del fresón y de la fresa que manipulaban en la agencia de transportes de los hermanos Gálvez. Y las manzanas que, en otoño, comprábamos ahí mismo, a la vuelta de la esquina, en casa de la señora Rufina.

 

Glorieta de Rusiñol (c/f)

 

         Por esta calle “erran como vagabundos o fantasmas de desván” los susurros del viento acariciando los remolinos del transcurrir de las semillas de los ‘dientes de león’. Cada recuerdo, cada secuencia estacional, cada hoja mecida por el viento le confieren a esta calle la esencia de estar siempre ahí, luminosa y cercana, para ser habitada por los nudos de orfebre que festonan la vida.

 

Vivienda libre (c/f)

 

         Nuestra mirada en esta hora nos permite ver lo que hay y lo que hubo. Esa es la ventaja de haber vivido un tiempo largo. Pero, en la misma cosecha, con la perspectiva de ayer, podemos ver lo que hubo, lo que hay y lo que aún no existe. Vaya paradoja la contemplación de un futuro, en el que ya estamos, visto con la mirada de ayer, cuando aún no estábamos. Y es que, aunque se fuercen, las miradas no son del mismo tiempo. Los ojos del niño se abrían con asombro ante lo desconocido, los ojos del hombre, algo cansados y tras el desarraigo de aquel otro optimismo, buscan cobijo en el recuerdo.

 

Semáforo (c/f)

 

         La calle del Príncipe es la más barroca de Aranjuez. Se origina como Infantas y Reina en la glorieta de Rusiñol y es una radial más de las tres que, con el Palacio Real como vértice, constituyen el Tridente Oriental. Su natural prolongación en la calle Moreras nos permiten disfrutar de una perspectiva amplia aunque vaya encajada en las estrecheces de aquella canción infantil,…a coger la calle, que no pase nadie. Y aquí sí, nuestro punto de observación colocado al pie del cerro, no hay ninguna dificultad para desarrollar una larga mirada y contemplar la disolución de la silueta del palacio devorado por el crepúsculo en la lejanía del atardecer.

 

Tras la fuente (c/f)

 

         Al final de la calle, a espaldas de la iglesia de Alpajés, he conocido yo La Cintera, fábrica de cintas, donde trabajó mi madre en su juventud. Después venía una zona de solares sucios, con un gran hoyo, depósito de desechos y basuras, una zona desolada dentro del pueblo y algo más lejos, sobre el solar que ocuparon ayer los Estudios Cinematográficos, en los años cincuenta se instalo MAFE, más tarde AGFA. Hoy aquel hoyo de miserias se ha convertido en un moderno y divertido parque público con kiosco de música y en el solar que ocuparan los Estudios Cinematográficos se está terminando una estimable urbanización, con viviendas que se aproximan a las luces del Jardín del Príncipe y que, a no dudarlo, serán cómplices de una buena calidad de vida para sus habitantes.

         La prolongación por la derecha se enfrentaba a los restos de la antigua Huerta Valenciana, donde durante unos años acampó el Regimiento de Almansa nº 5, hoy en Zaragoza. Y más adelante estuvieron Las Pilillas, más zona de deshechos, y la Charca del secano donde, los más osados, jugábamos al fútbol.

         La primera sorpresa de la calle del Príncipe es la Iglesia de Alpajés . Debe este nombre al barrio que, al oeste de la Iglesia, es para algunos el origen de Aranjuez. Aunque tiene interés hablar del barrio de Alpajés, hoy lo dejamos para mejor ocasión, supuesto hablaremos de la calle de Alpajés. Lo que me ocupa en este momento es la Iglesia. Hoy Iglesia parroquial de Nuestra Señora de las Angustias, patrona de Aranjuez. Obra de Cristóbal Rodríguez de Jarama, se construyó —según nos cuenta algunos aunque lo desmiente Juan Antonio Álvarez de Quindós —, sobre la antigua capilla dedicada a San Marcos Evangelista. De arquitectura clasicista, está realizada con ladrillo visto y alba piedra caliza de Colmenar. Sobre la puerta de acceso una inscripción dice: Carolus II Hispaniarum Rex Gubernante Don Francisco A Castro Vela MDCXC.

         Hasta final de los años sesenta del pasado siglo, tal vez los primeros setenta, Alpajés era la parroquia del pueblo y en ella fuimos bautizados mis hermanas y yo. Y también, en Alpajés me casé con Loli Gil, la chica de los ojos grandes y luminosos.

 

Iglesia de Alpajés (c/f)

 

         Vista la iglesia, cambiamos de ubicación e iniciamos nuestro recorrido desde la glorieta de Rusiñor, tras saludar al artista catalán inmortalizado en un bello busto realizado por el también catalán y amigo de Rusiñor, Sixto Alberti, padre de nuestra admirada Emilia Alberti. Tras dejar la glorieta y superar el primer cruce con otra calle importante, la calle Stuart, nos encontramos a la izquierda con el Palacio de D. Manuel Godoy. Antes que a Godoy perteneció al Marqués del Llano y en corriendo el tiempo sería el Hotel Pastor y, ya mediado el silgo XX, Colegio de la Inmaculada, perteneciente a SAFA. Continuando sin interrupción en la misma facha nos encontramos el Palacio de los Duques de Osuna, otrora Casa de Farinelli y ámbito de agitación cultural.

         Dejando atrás el Palacio de los Osuna hemos atravesado la calle del Capitán y, aún en el mismo lado de la calle, nos encontramos un excepcional edificio que, originalmente fuera la casa de D. Manuel de Iruegas, igualmente conocida como la Casa del Nuncio y, ya en el siglo XX, como la casa de la familia Careaga. En la actualidad y tras una importante reforma ha recuperado su antiguo nombre Casa del Nuncio donde se ubica el Centro Superior de Investigación y Docencia, adscrito a la Universidad Rey Juan Carlos.

 

Casa del Nuncio (c/f)

 

         Cruzamos la calle del Rey y pasándonos a los pares, nos encontramos con un edificio muy singular en cuya fachada podemos leer hoy Colegio Público Vicente Aleixandre. Se trata de la Casa de Montesinos, construida por encargo del Arzobispo de Toledo, Conde de Teva, a D. Luis Fernández Montesinos —de ahí su nombre—. Edificio con fachadas a las calles Infantas, Rey, Príncipe y Montesinos. También es conocida como Casa del Marqués de Pontejos, “D. Joaquín Vizcaíno, el que fuera célebre alcalde corregidor de Madrid” y que pasa por ser uno de los primeros edificios civiles construidos en Aranjuez.

         Este edificio ha tenido diversos usos públicos a lo largo de su historia , entre otros, en la última década del siglo XIX fue sede de la Comisión Liquidadora de atrasos de la Isla de Cuba. En 1903, el Ayuntamiento de Aranjuez cede su uso a la Diputación Provincial de Madrid para la Instalación de un Asilo de Ancianos, que regirán hasta finales de 1982 las Hermanas de la Caridad de San Vicente Paúl .

         En la actualidad y tras la división del edificio general en dos inmuebles medianeros, y la consiguiente rehabilitación de ambos, en uno se instaló el Centro Publico de Educación Infantil y Primaria Vicente Aleixandre y en el otro, con fachada a la calle de Infantas, el Centro de Nuevas Tecnologías, hoy Centro Municipal de Formación y Empleo.

        Ya que estamos en los pares y a estas alturas de la calle, seguiremos caminando hacia el este y pasada la calle de Montesinos, nos encontramos con un edificio renovado donde se han instalados los servicios de seguridad del Ministerio de Interior —Policía Nacional y Guardia Civil— y del Ayuntamiento de Aranjuez —Policía Municipal—

        Y por fin, dejando a nuestra izquierda un amplio espacio ocupado por la Iglesia de Alpajés, llegaríamos al final de la calle del Príncipe que, en este punto, se cruza con la calle del Foso. Y aquí, en este lugar, la brisa nos humedece el rostro con el agua de la fuente que se instaló al final de los años noventa del siglo pasado. Al otro lado de la Iglesia habitó durante más de cincuenta años del siglo XX el conocido restaurante La Mina.

        Siempre es una felicidad caminar en primavera por esta calle, florecida de rosas, los olmos, recuperados tras el fracaso de los chopos de los años sesenta, —habitación de jilgueros, verderones y mirlos— se mezclan con las amarillas flores de los jaboneros de China. La hierba recién segada huele a campo y nos transmite el vértigo de la hermosura.

         En el cruce con Capitán le han nacido a esta calle unas grandes copas que ornamentan pequeñísimos jardines para orientar el tráfico. Aún hoy, cierto temblor me habita cuando paseo por esta calle. Yo vivía en Capitán, en un bajo, y desde las ventanas mi casa, cuando era muy niño, contemplaba una breve bombilla que pendía en la esquina que formaban los impares de Capitán y Príncipe. Cuando llegaba la fecha, mis padres señalaban este punto de luz como la estrella de los Reyes Magos.

Primavera en la calle del Príncipe (c/f)

 

         De las calles nos queda también la memoria de los olores. El filósofo dice que somos memoria y el olfato no deja de ser un excelente instrumento para la memoria. Y las calles también se han ido formando con el aroma de acontecimientos importantes. Al principio de la calle del Príncipe, una empresa dedicada al transporte acumulaba y manipulaba toneladas de productos de las huertas de Aranjuez. Y ahí, en ese pedazo de calle, la fresa aromatizaba con su sabroso lujo y transmutaba todo la calle en sensual delicia. Pero mis amigos y yo ya habíamos probado esas diminutas perlas rojas y algunas grosellas del jardín de Aurora. Ya lo dijo Marcel Proust, “A veces estamos demasiado dispuestos a creer que el presente es el único estado posible de las cosas.” Pero tú y yo sabemos que la vida es un círculo que se cierra y todos los infinitos puntos que lo forman, pues, ahí están.

20 comentarios

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20 Respuestas a “Las calles de Aranjuez 3: Calle del Príncipe

  1. Pedro Santiago

    Gracias Cecilio, el relato es muy sencillo y muy ameno, en cuanto a las imagenes, ¡¡que bien escogias estan!!, leche.

    La frase final es muy relevante y digna, si señor, con dos.

    • cecibustos

      Pedro:
      En ese círculo, el de mi memoria —aún abierta—, están dándose la mano aquellas historias que he soñado o vivido e incluso las hay todavía pendientes. Me alegra que te hayan gustado las fotografías.
      ¡Gracias por tu visita!
      Saludos,
      Cecilio

  2. MariCarmen

    Cecilio, otra vez mil gracias por despertar nuestros recuerdos, y por hacernos sentir el pasado como si aun fuera el presente.
    Es cierto, el tiempo ha pasado y con el han camniado muchas cosas, pero la esencia de la calle del Príncipe sigue ahi: En esos palacios y casonas que tantos secretos guardan, en las dimensiones de la propia calle, que en aquellos años, nos permitía montar en bicicleta sin ningun temor y jugar al «truque» y a la comba sin que nos pasara nada.
    Esos privilegios los disfrutamos los niños de entonces, junto con el olor de la fresa y eso, si es el pasado. Pero para los que lo hemos vivido, siguen estando presentes.
    El jardin de Aurora era un lugar mágico, y cuando estaban sus sobrinas y alguna vez íbamos a jugar, era como entrar en el pais de las hadas.. Con mis ojos de niña, aquel sitio me parecía enorme, pues nos permitía correr y escondernos y olía a gloria por su gran variedad de plantas.
    Había unas flores que yo no conocía y que nunca había visto, y me atraían y me inquietaban al mismo tiempo: Eran las Peonías.
    En fin, la calle del Príncipe es una de nuestras joyas y debemos sentirnos orgullosos, pero sobretodo cuidarla para poder disfrutarla, pues no hay una vista mas bonita, que ver ponerse el sol detras de palacio desde el centro de la calle del Príncipe.
    MariCarmen.

    • cecibustos

      Mari Carmen:
      Me alegro de haber prendido la mecha de tus recuerdos. Manuel Rivas, el brillante autor de “El lápiz del carpintero” lo dice de esta otra forma: “Pero todo se sostiene en la memoria. Somos lo que recordamos, la memoria es nuestro hogar nómada.
      Sí, falta una fotografía.
      ¡Gracias por tu visita!
      Un beso,
      Cecilio

  3. Cecilio, gracias por esta joya que nos brindas hoy. Qué ganas dan de ir a pasear por la calle del Príncipe. ¡Quién pudiera!

    Un abrazo

    • cecibustos

      Alberto:
      ¡Muchas gracias! Tus comentarios son siempre gratificantes. Pasear por la calle del Príncipe es siempre pura alegría.
      Saludos,
      Cecilio

  4. Rubén Pérez

    Buenas tardes Cecilio:

    Como siempre -sin excepción- un placer leerte, verte y conocerte en las palabras que escribes, en los sueños que relatas y en las cosas que te quedan pendientes de vivir.

    Un abrazo Cecilio.

    • cecibustos

      Rubén
      Siempre es un placer saber que los amigos leen las cosas que escribes. Por estos atajos ando yo buscando y, ¡mira por donde!, encuentro. ¿Qué encuentro?: encuentro el eco de un violín en las manos de músico apasionado.
      ¡Gracias amigo!
      Cecilio

  5. Daniel Lopez Rodriguez

    Cecilio, gracias por rememorar a través de la historia de los edificios significativos, mi propia historia que a pesar de no haber nacido aquí,mi propia historia a lo largo de 62 años que llevo en este pueblo.
    Algunos detalles y nombres que das, son para mi totalmente novedosos y gracias por tanto por tu ilustración.
    No tengo ninguna autoridad para criticar tu actividad literaria, pero a mi personalmente me gusta y es muy agradable leerte.
    Un abrazo y sigue escribiendo.

    • cecibustos

      Daniel
      Me alegra que lo hayas leído y todavía me alegra más que te haya gustado. Seguiré trabajando en esta dirección hasta encontrar el sonido más cercano a los juegos de ayer y a las contemplaciones de hoy. No viene mal darle una tregua a las rigideces y dejarse mecer un poco en pos de la fantasía.
      ¡Gracias!
      Cecilio

  6. Lola

    Cecilio, muy agradables tus palabras y emotivas. Tus recuerdos son parte de los míos, cuando, paseando por la calle Príncipe, de tu mano y de la mano de la chica de ojos grandes y luminosos, disfrutábamos de esas primeras lluvias de primavera y buscábamos los nidos recogidos de jilgueros y verderones. Para mí, pajaritos y era entonces cuando se abrían mis ojos de asombro, de niña.
    Muchos besos
    Lola

    • cecibustos

      Lola
      Pronto se irá el invierno y nacerán nuevas rosas en esta calle. Habrá que buscarle algún atajo a la vida para que sigamos paseando y escuchando el bullir de los pájaros. Seamos conscientes y démosle a la vida un río o una calle de ilusión.
      Un beso,
      Cecilio

  7. carlos

    Cecilio:
    Es un placer y una necesidad leer tus textos sobre las calles de Aranjuez para recuperar el territorio esquivo y caprichoso de la memoria. Acabo de recuperar fragmentos de mi historia, el fulgor intacto de una juventud irremediablemente perdida si no fuese por el don de la memoria que convoca a la fiesta del soy frente al ser, transitorio y mutable, de la esencia del hombre. Hay, como siempre en ti, sabiduría y belleza (esos modos de ver y de mirar que supongo harán de nuestros paseos por la calle del Príncipe una aventura singular). Muchas gracias por tus palabras, Cecilio.

    • cecibustos

      Carlos:
      No es bueno que nos guardemos nada. No es bueno que nuestras alegrías o nuestras tristezas se pudran como muebles viejos bajo la solana del verano, tampoco que se desintegren bajo el húmedo verdín de los inviernos. Que quede ahí, sobre un papel o pantalla de ordenador para que puedan ser leídos por los amigos. Por esto escribo.
      ¡Qué decir de tu comentario! Pues que, a tan alto regalo, solo queda el agradecimiento.
      ¡Muchas gracias, amigo!
      Cecilio

  8. Bene

    Tenía pendiente entrar en tu blog desde que hace unos meses, tras mil años, te reencontré sin conocerte. Tú a mi sí. Qué suerte.
    Y leo con placer este retrato sobre la calle del Príncipe que fue casi mi calle, pues nací, me crié y viví al lado, en la calle Infantas, 2, esquina a Stuar.
    Pero mi calle, la calle por antonomasía de aquellos años casi de postguerra de finales de los 40 y de los 50, fue la calle de los Borrachos y, cómo no, el jardín de Isabel II.
    Te invito a que nos dediques una semblanza de aquella, que aunque corta y menos noble, no hubo otra con más vida y más juego de la chiquillería.
    Un abrazo.
    Bene

    • cecibustos

      Bene:
      ¡Qué sorpresa! Resultó muy gratificante para mí el reencuentro. Después de tantos años, comprobé que estabas en el archivo de mi memoria. Te recordaba como un jovencísimo muchacho, pero te reconocí porque tus rasgos fundamentales no han cambiado, sigues transmitiendo alegría, como ayer, cuando jugabas en la calle. No te quepa la menor duda, escribiré sobre la calle de los borrachos, para nosotros, o Gobernación para las guías.
      ¡Muchas gracias, amigo Benedicto!
      Un fuerte abrazo,
      Cecilio

  9. Begoña

    Me encanta. ¡Qué maravilla!. Muy buenos recuerdos. La calle del Príncipe, por donde iba al colegio San José en la calle del Rey. Yo entonces decía de las «Hijas de la calidad».

    • cecibustos

      Begoña:
      ¡Qué el recuerdo se haga luz y lo vivido no sea nunca agua pasada! Todos los comentarios que he escuchado sobre el colegio San José, han sido siempre hermosos. Gran acierto, pues, lo de “Hijas de la calidad”.
      ¡Muchas gracias por tu comentario!
      Un beso,
      Cecilio

  10. Pedro Santiago

    He vuelto a leerte y también a mirar esas imágenes escogidas, ¿he dicho escogidas?, que pena que haya algún bulto sospechoso en los alrededores de la iglesia de Alpajes y del jardín de flores rojas.

    ¡¡Que lastima!! que no podamos escoger imágenes que no estén turbadas por algo que no corresponde con ellas.

    Teodoro ya denunció algo en la presentación de su libro.

    • cecibustos

      Pedro:
      Sí, ¡es de pena!, el paisaje urbano de Aranjuez siempre está roto y aunque hagas juegos malabares con las horas, no consigues lo que quieres. La calle es patrimonio de todos, para el disfrute de todos, para el servicio de todos. Nadie puede patrimonializar la calle en su favor. Lo dicho, ¡una pena!
      Pese a todo, la calle del Príncipe es una maravilla. Fíjate en la fotografía titulada “Tras la fuente”, pese a los coches, ¡qué perspectiva!
      Gracias por tu comentario.
      Un abrazo,
      Cecilio

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