En la muerte de Tomas Segovia

Cecilio Fernández Bustos

 

La prosa aspira idealmente a presentar directamente los significados, mediante un lenguaje transparente que no se haga patente en su materialidad; por eso la longitud de las palabras, sus acentos, sus rimas, sus coincidencias fonéticas le son teóricamente indiferentes. La poesía en cambio aprovecha todo ese espesor de materialidad no significante que hay en las palabras, toda su contingencia muda, aunque sonora, para hacer pasar por ella alguna corriente que le es propia.

Tomás Segovia                              

 

 

Tomás Segovia nació en Valencia en 1927 y ha muerto en México el pasado día 7 de noviembre. Conocí la poesía del poeta de las dos orillas en los años sesenta del siglo pasado y al poeta, en persona, tuve el privilegio de estrechar su mano en octubre de 2007. El poeta acudió a Aranjuez respondiendo a la invitación que le había cursado para participar en el Aula de Poesía José Luis Sampedro, en aquellas fechas bajo mi dirección. Tomás acudió a la cita acompañado de María Luisa, su encantadora esposa, a quien desde aquí saludo en su dolor.

         Tomás, ya lo hemos dicho, nació en Valencia y, como tantos otros españoles se vio, junto a sus padres, desplazado de España. Anduvo por otras tierras. «Su padre, médico de reconocido prestigio, se exilio con su familia al final de la guerra civil. Primero Francia, después Marruecos y, por fin, México. Nuestro poeta, que “…fui hijo de exiliado, que no es lo mismo que ser un exiliado…”, él lo ha dicho en alguna ocasión,  se adaptó a la nueva vida que le ofrecieron sus progenitores. Y, ¡cómo no!, se aferró a esa nueva situación y (si bien sus estudios habían comenzado en El Liceo Francés de Madrid) siguió creciendo en las aulas y en las calles del país de acogida. Y en México nació, no sólo para la poesía, como dijera Octavio Paz, también para la docencia y la sabiduría; en definitiva para la vida.»[1] 

         Gran escritor comprometido con la vida, con la historia y la palabra. No es extraño que haya tenido la tentación de recordarle tras su muerte, porque considero importante que las generaciones de hoy y mañana seamos conscientes del legado de su obra. En los últimos tiempos, siempre agarrado a la esteva del trabajo, publicaba un blog (http://www.tomassegovia2.blogspot.com/) en el que daba cuenta de sus actividades intelectuales y en el que nos regalaba con nuevos poemas y textos comprometidos con los problemas sociales y culturales a uno y otro lado de los mares. En uno de los últimos correos que recibí de él, fechado el 6 de octubre pasado, un mes antes su fallecimiento,  Tomás, invitaba a sus amigos a participar en los actos del Encuentro de Poetas del Mundo Latino en México, en el que él iba a ser homenajeado —Están todos invitados, aunque sea in mente – Tomás—.

         El poeta de las dos orillas ha vivido hasta el último minuto de su vida abrazado a los dos mundos, España y Latinoamérica. Y ha sido en su otra patria, México, donde ha muerto.

         «Tomás Segovia es autor de una obra prolífica. Ensayista… traductor… narrador… dramaturgo… Ha impartido cursos de Literatura, Lingüística, Teoría Literaria, Traducción, etc. Como poeta ha publicado más de 25 poemarios y sus poemas aparecen en las más reputadas antologías de poetas mexicanos e iberoamericanos. Fue el mismo Octavio Paz el que le definió como el poeta de la ‘transparencia aterradora’… Y es que, más allá de toda paradoja, los poemas de Tomás Segovia no sólo son transparentes, son, como dice Carlos Piera en la introducción de En los ojos del día (excepcional antología poética de la obra de T. S. editada por Galaxia de Gutenberg y El Círculo de Lectores en 2003) “…claros, inteligentes y lúcidos, y un oído educado percibe en ellos que el autor es maestro del oficio, porque se lo ha tomado con toda la seriedad del que lo entiende como un oficio artesano…” De este modo, el fluir temporal de una poesía que nuestro poeta empezó a publicar, casi un niño, en 1945, se ha ido labrando ese rastro, polvo o ceniza diría María Zambrano, de acopio de belleza y decir genésico en una obra poética que es, antes que otra cosa, una ofrenda de encuentro con la vida, que es tiempo y memoria, que nos ofrece el poeta.»[2]

 

Tomás Segovia. Aula de Poesía José Luis Sampedro de Aranjuez (octubre de 2007)

 

         Tomás Segovia, siempre generoso, puso su obra a disposición de todos y sus inéditos han aparecido en el Blog de Tomás con la emoción del que se sabe correspondido. En su memoria traigo aquí dos poemas, uno de ayer y otro de hace…, digamos unos días. El primero me deslumbró cuando lo leí por primera vez hace más de cuarenta años; el otro, solo tiene cuatro años en mi memoria.

 

 

DÍME MUJER DÓNDE ESCONDES…

Dime mujer dónde escondes tu misterio
mujer agua pesada volumen transparente
más secreta cuanto más te desnudas
cuál es la fuerza de tu esplendor inerme
tu deslumbrante armadura de belleza
dime no puedo ya con tantas armas
mujer sentada acostada abandonada
enséñame el reposo el sueño y el olvido
enséñame la lentitud del tiempo
mujer tú que convives con tu ominosa carne
como junto a un animal bueno y tranquilo
mujer desnuda frente al hombre armado
quita de mi cabeza este casco de ira
cálmame cúrame tiéndeme sobre la fresca tierra
quítame este ropaje de fiebre que me asfixia
húndeme debilítame envenena mi perezosa sangre
mujer roca de la tribu desbandada
descíñeme estas mallas y cinturones de rigidez y miedo
con que me aterro y te aterro y nos separa
mujer oscura y húmeda pantano edénico
quiero tu ancha olorosa robusta sabiduría
quiero volver a la tierra y sus zumos nutricios
que corren por tu vientre y tus pechos y que riegan tu carne
quiero recuperar el peso y la rotundidad
quiero que me humedezcas me ablandes me afemines
para entender la feminidad la blandura húmeda del mundo
quiero apoyada la cabeza en tu regazo materno
traicionar al acerado ejército de los hombres
mujer cómplice única terrible hermana
dame la mano volvamos a inventar el mundo los dos solos
quiero no apartar nunca de ti los ojos
mujer estatua hecha de frutas paloma crecida
déjame siempre ver tu misteriosa presencia
tu mirada de ala y de seda y de lago negro
tu cuerpo tenebroso y radiante plasmado de una vez sin titubeos
tu cuerpo infinitamente más tuyo que para mí el mío
y que entregas de una vez sin titubeos sin guardar nada
tu cuerpo pleno y uno todo iluminado de generosidad
mujer mendiga pródiga puerto del loco Ulises
no me dejes olvidar nunca tu voz de ave memoriosa
tu palabra imantada que en tu interior pronuncias siempre desnuda
tu palabra certera de fulgurante ignorancia
la salvaje pureza de tu amor insensato
desvariado sin freno brutalizado enviciado
el gemido limpísimo de la ternura
la pensativa mirada de la prostitución
la clara verdad cruda
del amor que sorbe y devora y se alimenta
el invisible zarpazo de la adivinación
la aceptación la comprensión la sabiduría sin caminos
la esponjosa maternidad terreno de raíces
mujer casa del doloroso vagabundo
dame a morder la fruta de la vida
la firme fruta de luz de tu cuerpo habitado
déjame recostar mi frente aciaga
en tu grave regazo de paraíso boscoso
desnúdame apacíguame cúrame de esta culpa ácida
de no ser siempre armado sino sólo yo mismo.
                                      (De Revista Mexicana de Literatura. México, 1962  

 

 PAVANA

 
Tendré que preguntarme poco a poco
Sin saltarme ninguno de los pasos
De esa lenta pregunta
Si queda un heredero de aquel que fui algún día
El rendido dichoso
Dejado siempre de la mano
De todas las victorias y su macabro esfuerzo
El invisible príncipe del cofre del secreto
El rey iluminado del nunca tener nada
A quien bastaba palpitantemente
El gran amor arrebatado
De poderosa envergadura
Del cual nada era suyo
Salvo la dignidad fervientemente.
                            (De  Llegar. Valencia, 2001)

[1] Cecilio Fernández Bustos.- Aula de Poesía (XI). Tomás Segovia. Blog Unas palabras dichas

[2] Cecilio Fernández Bustos.- Aula de Poesía (XI). Tomás Segovia. Blog Unas palabras dichas

4 comentarios

Archivado bajo Jaula de los silencios

4 Respuestas a “En la muerte de Tomas Segovia

  1. Carlos

    Cecilio:
    estas dos últimas semanas ando enfrascado en mis tareas docentes y si no es por tu entrada de blog no hubiese tenido noticia de la muerte de Tomás Segovia, a quien conocí gracias a tu labor divulgadora como director del Aula de Poesía por aquellos no tan lejanos años que rememoro con felicidad y pasión.
    No sabría decir qué me gustó más de aquel encuentro con el poeta: si su emblanza humana con su devenir histórico, si la charla distendida -que no intrascendente- acerca del sentido del ritmo y de la musicalidad consustancial de la Poesía o el conocimiento de unos poemas y de un poeta del que nunca había leído nada -ni siquiera había visto citado su nombre; puede que en esos momentos yo no fuese consciente de su trascendencia-.
    Después del encuentro con el poeta, compré la antología editada por Galaxia Gutenberg. Me permitió descubrir una poesía densa, hermosa, humana, actual…
    …Podría seguir escribiendo muchos más adjetivos, pero no importan ahora las cualidades sino el hombre y lo que este poeta va a seguir comunicando a sus lectores. A los lectores del presente y del futuro. Porque cuando la vida se acaba comienza otro modo de vivir y de perdurar: la que transfiere con suma generosidad el hombre Tomás Segovia poeta al lector que se acerque a la obra de Tomás Segovia e inicie o retome -según los casos- una conversación que quedó pendiente y que la muerte solo dejó interrumpida momentánemente.

    • cecibustos

      Carlos:
      Aún recuerdas la defensa que hizo del verso medido y de la rima. Hermoso su discurso y, sobre todo, sentido y lleno de pasión. Pero en el fondo, en aquella ocasión, hablaba más el maestro que el poeta. Así, su maestría le permitió escribir sonetos puros y poemas de verso libre y poemas en prosa de una excepcional factura.
      Sí, Tomás Segovia ha sido un gran poeta y un gran hombre de letras. Y ahí está su obra, para que sigamos disfrutando de su voz.
      Muchas gracias por tu comentario.
      Un abrazo,
      Cecilio

  2. Hermoso y profundo homenaje le rindes, Cecilio. Me ha gustado mucho leerte y leerle.

    Saludos

  3. cecibustos

    Elvira:
    Algunos poetas nos acompañan siempre, desde que leímos por primera vez uno de sus poemas. Esto me sucede a mí con Tomás Segovia, del que leeré poemas hasta que, con palabras de él, diga: “cómo hemos llegado pues el tiempo y yo a este lugar extraño”.
    Muchas gracias por tu comentario.
    Un beso,
    Cecilio

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