Gustemos del otoño y su sabor

Cecilio Fernández Bustos

 

                                              A Lola Fernández, mi hija

 

 

 

                                                             No tengo ya unidades
                                                             para medir el tiempo.
                                                                                               Qué falsa su habitual
                                                             construcción como flecha o como círculo.
                                                            El recuerdo es intacta desmesura
                                                            y  el desamor aprieta los minutos
                                                            y gotea la muerte
                                                           cuentas desperdigadas de azabache.
                                                                                               Aurora Luque

 

 

Abajo, en los soportales de la plaza de Parejas, siempre hay algún anciano esperando la hora de su partida. Se trata de un juego parecido al de las golondrinas que en octubre se refugian a centenares debajo del puente de Barcas, para organizar su partida a África, aunque en este caso, más de la mitad de ellas lo hace con billete de ida y vuelta. Los ancianos de la plaza no, estos esperan el viaje definitivo que les llevará al polvo de Santa Isabel.

         También, con billete de ida y vuelta, como las golondrinas, en octubre se pueden ver algunos bandos de grullas que, por desorientación o muerte de su guía, se han despistado un poco y giran en círculo colgadas de los cielos de Aranjuez hasta que una de ellas dice —es por aquí, ¡seguidme!, y en un plisplás todas dicen «¡vamos, vamos, compañeras!» y sin más espera desaparecen de nuestro cielo—. Hay años en los que desde mi ventana veo bandadas de estorninos formando esas manchas oscuras y cambiantes ensombreciendo el cielo. Al caer de la tarde estos pájaros acuden al examen del amor y se posan en los árboles cercanos y en los techos de los edificios, para contarse, reconocerse y volver a pintar sus cuadros sobre el cielo del día siguiente. Ayer me llamó la atención un grupo de varios mirlos disputándose las últimas bolitas que le quedaban al Almez de la calle Infantas —curiosidad lingüística, cuando yo era niño lo llamábamos lairón—.

Chopera en el jardín del Prícipe. Aranjuez (fotografía CFB)

Chopera en el jardín del Prícipe. Aranjuez (fotografía CFB)

         En Aranjuez, hacia finales de septiembre el otoño se va acercando levemente, sin apenas estridencias, a no ser que una aparatosa tormenta de breve duración acelere la caída de las hojas. Pero si no hay tormenta, los colores van cambiando al ritmo de los latidos del corazón y llegan a noviembre con apenas alguna pequeña taquicardia que no afecta a todos los árboles. Así, el otoño en Aranjuez suele ser largo y dura hasta diciembre y enero cuando los Taxodiums, Ciprés de los pantanos, adquieren un color ocre rojizo, ¡único!, y a la caída de la tarde el sol los transforma en gigantescos castillos de fuegos artificiales. Antes de eso hemos vivido diversas experiencias ópticas, olfativas y gustativas —conste que me refiero a la naturaleza no controlada por los agricultores—. En principio, aún en verano, hemos gozado de la belleza y el sabor de esos frutos únicos que tanto defiende la planta que los engendra con sus hirientes púas, me refiero a las zarzamoras, frutos dispuestos para el gozo cuando se tornan negros como cuentas gigantescas de azabache, fáciles de conservar en mermeladas para seguir gozándolas en invierno. Después vienen las bolitas de “lairón” —las semillas del Almez— y las majuelas —semillas del Espino—; si has tenido suerte y has llegado a tiempo habrás dejado que tu mirada caiga sobre una bola verde y granulada, de gran tamaño, como manzana hermosa, desprendida de la Maclura que hay en los Chinescos, en el jardín del Príncipe. Y no digamos nada, si hace algo de viento al final de octubre y principios de noviembre, te habrás llenado los bolsillos de pacanas para comerlas, ya secas, al amor del brasero en invierno. Si has caminado por la vega, junto a las huertas, alguna manzana o pera o membrillo habrá caído en tus manos. Más tarde, ya bien entrados en octubre e incluso noviembre, si eres experto —solo a ellos se reservan este deporte tan especial— la humedad te regalará alguna exquisita seta de cardo medio oculta entre las hojas. Luego la lluvia, la niebla y, más tarde, el frío que combatirás asando patatas o mazorcas de maíz bajo un nogal ya sin hojas ni frutos.

Ya te digo, querida amiga, enseguida vienen los oros del los tilos, los más adelantados y luego van tornándose con los rojos de los Liquidámbar y los cobres de los Plátanos. Es la época de los pintores y los fotógrafos y también de los hedonistas que gustan de gozar con la belleza de la naturaleza. No, no es el otoño una estación para rendirle culto simbólico a la decadencia. No, al menos en Aranjuez, el otoño es tiempo para disfrutar del color y del sabor dulce de los vegetales. Es tiempo, pues, de medir el tiempo en colores. Tiempo de pasear por los jardines y por la vega, por los cerros y por los Paseos de los Sotos Históricos.

Contraste. Aranjuez (fotografía de CFB)

Contraste. Aranjuez (fotografía de CFB)

16 comentarios

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16 Respuestas a “Gustemos del otoño y su sabor

  1. Pedro Santiago

    Muy bonito y agradable, aunque debes corregir algunas palabras que los duendes de la informtica y el corrector ortogrfico no han resuelto, anda no lo dejes, no sea que algn cazurro diga lo que no debe Saludos Date: Fri, 20 Sep 2013 09:25:31 +0000 To: coperypsm@hotmail.com

    • cecibustos

      Pedro:
      Gracias, querido amigo, por tu silbido, tan a tiempo y oportuno. Creo he llegado a ese lapso y he podido sacudir el polvo de los duendes y dejar la alfombra limpia y acogedora. No sé si habré acertado con todo lo que chirriaba ¡Ya se sabe, en otoño!
      Gracias también por tu principio “bonito y agradable”, no hay más pretensión por mi parte. De cuando en cuando un trago y una buena conversación.
      Un saludo,
      Cecilio

  2. Carlos

    Cecilio:
    gracias siempre por tus lecciones de noble naturaleza: el campo, los árboles, las flores, las plantas; los pájaros, los estorninos, las golondrinas o las grullas. Para mí, urbanita criado al margen de los ciclos de la naturaleza, tus comentarios me aportan la belleza que irradia el otoño en sus jardines y que me pierdo, vaya usted a saber por qué, aunque motivos -o excusas-, pienso, no me faltan. En mi opinión, y en esto coincido contigo, el otoño no es una estación de premonición de muertes aniquiladoras e inexorables; por el contrario, es en esta época del año cuando la naturaleza me parece que se apresta a las duras condiciones del invierno, que también tiene su impronta de cosa bella, y por ello se viste con ropajes de grana y oro, los más seductores para los ojos que ávidos intentan apoderarse de un instante de efímera, y por ello mismo, sensación de plenitud. Tus palabras, cercanas y exactas, consiguen convencer a los perezosos como yo para desertar de la tiranía de la tiza y del asiento. Abrir la ventana y empaparse de cielo, para comenzar la estación, no es mal regalo. Un acierto. Carlos Manrique.

    • cecibustos

      Carlos:
      Hermoso el gesto y bella la expresión «Abrir la ventana y empaparse de cielo». Qué importantes pueden ser los símbolos para ayudarnos a transmitir el contenido del corazón. Vivir, vivir los años y a cada cambio de estación alentar en fiesta, como los hombres primitivos que se sacian con pan y con amor. ¿Y la fiesta? La fiesta es un modo ce constatar, de ser consientes de nuestro habitar la tierra y vivir no el espejismo del color y la temperatura, sino el mismo color que se ilumina en los ojos y la temperatura que nos hace sentir. ¡También nosotros formamos parte del paisaje y tenemos un hueco, bajo el sol o la lluvia, al otro lado de la ventana!
      Muchas gracias por tu comentario.
      Un abrazo,
      Cecilio

  3. Alberto

    Cecilio, si no existiera el otoño en Aranjuez, habría que inventarlo. Gracias por esta pequeña joya que nos regalas.

    • cecibustos

      Alberto:
      ¿Inventarlo?, no, ciertamente no hace falta porque existe. Pero rememorarlo desde cualquier esquina del mundo, sí, ¡eso sí! Como tú nos cuentas en las mágicas paginas de tu libro. En este tiempo, ¡qué duda cabe!, volverás a encontrarte con el «sabor a manzana, a manzana besada antes que nadie por el pico de un jilguero». (Alberto Bustos, Una infancia en Aranjuez allá por 1970. Díkitur. Cáceres, 2013)
      Gracias, amigo, por tu comentario. Por supuesto, seguiremos inventando el otoño.
      Un abrazo,
      Cecilio

  4. Lola

    Querido Cecilio:
    Muchas gracias por esta dedicatoria tan bonita.
    Estoy inmensamente alagada por este pequeño relato, por este cuento, por esa forma de ver la vida, las cosas, el día a día, la naturaleza…
    Tú has hecho que mi mirada no quede desapercibida, me has invitado a oler la tierra húmeda, a observar la variedad de árboles, que sabes que me perturba y me emociona. Ya de pequeña todo quedaba en silencio y me decías:- “¡Escucha al mirlo!, ¡Míralo! “- También se lo decías a mis niñas, que escuchasen a “Manolo”, así le llamaban, gracias a su abuelo y a su abuela, cuando las llevabais de paseo al jardín y con el dedo les indicabais donde estaba el pájaro Manolo y pisaban felices las hojas caídas del otoño, que crujían con su amarillo, su rojo, su dorado, de aquellos Tilos, Plátanos y Liquidámbar…
    Gracias papá, gracias Bubu. Te quiero.
    Lola

    • cecibustos

      Lola:
      Querida mía, Es cierto, a mí el otoño me ayuda a aminorar la vejez y me devuelve al entusiasmo de volver a comenzar. Sí, a comenzar, porque el otoño es tiempo para abrir las puertas del guardillón y guardar las aromáticas manzanas, tiempo para recolectar la uva y hacer el vino, tiempo de preparar la tierra para una nueva sementera. Y como de momento no vamos a navegar por el mar egeo para visitar las islas griegas, pasearemos por Aranjuez y gritaremos con Guillermo Carnero aquello de «Raso amarillo a cambio de mi vida».
      Gracias, cariño. Un beso,
      Cecilio

  5. Tomás Ruiz

    Otoño. Atum para los egipcios, que simbolizara al Sol que se ocultaba en la Tierra.
    Otoño. Madurez de la vida; de esa vida en versos de Machado

    «……Mi corazón espera
    también, hacia la luz y hacia la vida
    otro milagro de la primavera».

    Primavera verde esmeralda la nuestra, que sin lugar a dudas se hace posible cada año, únicamente por la envidia que le causa el caudal de oro de nuestro Otoño.
    Como siempre Cecilio, durante la lectura de tú texto, me has transportado haciéndome abandonar el mundo por unos instantes.
    Un abrazo de amigo.

    • cecibustos

      Tomás:
      No he podido olvidar tus comentarios. Siempre, como en éste de hoy, me haces sentirme responsable, especialmente si hablamos de Aranjuez y sus asuntos. Y es que no solo tu magisterio, dilatado como ese gran corazón que te acompaña, sino tu humildad para reconocer en mi palabras una especie de revelación emotiva. Tal vez, en ese instante de olvido que nos provocamos los unos a los otros al ponerles nombres a las cosas, estemos rescatándonos de la penumbra que en otras ocasiones puede lacrarnos la boca. Y es muy importante, amigo mío, que alguien te diga que para él vale lo que haces.
      Gracias, Tomás.
      Un abrazo,
      Cecilio

  6. Ana Giménez

    Yo como soy huérfana de padre te adopto, como padre y padrino.
    Como dice Lola gracias a ti hemos observado siempre de forma distinta la naturaleza, sobre todo la de nuestro pueblo.
    Gracias por que a lo largo de mi vida siempre habéis estado ahí.

    • cecibustos

      Ana:
      Querida Ana, ¡qué alegría recibir un comentario tuyo! El solo hecho de saber que lees lo que escribo me llena de satisfacción. Es verdad, tu padre ya no está entre nosotros y no puede conmoverse con el otoño de su Aranjuez. Él nos ayudaría a recordar cómo eran las manzanas de verruga y las ciruelas claudias de su pueblo. Y, como Diablo Cojuelo, andaría por los tejados diciéndonos a que olían las guardillas en este tiempo.
      Me siento muy alagado como padrino y también como padre adoptado.
      Un beso muy fuerte,
      Cecilio

  7. Es tan bello medir el tiempo en colores como medirlo en latidos. Es una maravilla sentir la caída de las hojas de los árboles y escuchar los pájaros en los momentos tristes del otoño.
    Muchas gracias Cecilio por esta estampa.

    • cecibustos

      Pilar:
      Así es, querida Pilar, nada más surgir y verla sobre el papel me enamoré de esta frase: «Es tiempo, pues, de medir el tiempo en colores». Claro que sí, emocionante si tienes la oportunidad de verlos ir cambiando su tonalidad. Todo el conjunto de Aranjuez es como una gigantesca fruta que va madurando hasta depositar, en nuestra fantasía tranquila, todas las emociones del color y sus aromas. Sí, amiga mía, ¡el latido de los colores!
      Gracias, Pilar.
      Saludos,
      Cecilio

  8. Felix

    Buenas tardes Cecilio:
    He leído sus palabras por primera vez, gracias a una gran amiga que me recomendó que lo leyese, me ha encantado, divinas palabras, donde en algunas de sus descripciones me ha evocado a mi gran Saramago, como la palabra estornino, también he descubierto, porque al sitio donde yo voy a correr, en Valdemoro pues yo soy de allí se le llama bolitas del lairon, y decirle que siga usted escribiendo porque tiene un gran talento, y esa gran amiga, es muy conocida por usted.
    Gracias,
    Felix

    • cecibustos

      Félix:
      Distinguido amigo, me gratifica saber que le gusta lo que escribo y como lo escribo. En estos momentos, desde mi ventana, observo el movimiento de un pequeño grupo de estorninos, muy pequeño, tal vez no lleguen a diez, pero es probable que en unos días pueda contemplar uno de esos bandos a los que me refiero en el texto otoñal.
      De vez en cuando saboreo una bolita de ‘lairón’, solo una, pero ya no me saben como cuando era niño. Siempre es bueno tener grandes amigas.
      Muchas gracias por su comentario.
      Un saludo muy cordial,
      Cecilio

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